En su punto
—Te mereces lo mejor. —Es lo que decía cada mañana al traerme el desayuno a la cama, hoy no fue la excepción. Cuando pregunté por la enfermera me dijo que no había venido, pero que todo estaría bien, él me cuidaría lo que restaba de la recuperación—. Vamos, pruébalo —insistió, señalando el desayuno, sus ojos brillaban con emoción con cada bocado, repasaba sus labios con la lengua cuando la grasa del guisado empapaba la hogaza de pan y luego escurría por la comisura de mi boca. En nuestro matrimonio, Pablo…
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