Cuento Cyberpunk 

¡Buenos días, Ciudad Neón!

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Despierto llena de energía y de un ánimo excelente. Los sonidos más fuertes se atenúan al pasar por un jardín zen de nervios que se exaltan con las líneas armónicas de la vibración del tiempo. Tengo hambre, con ganas de poner en la punta de la lengua un grano de arroz inflado para sentir cómo se desintegra con la saliva entre las fibras y el aceite de la miel de cucaracha. Espero que Abel, mi compañero, ya tenga listo el desayuno. Parpadeo y en el panel de avisos aparecen las notificaciones de pago de las multas de la noche anterior. Una liguera resaca en el paraíso, pienso. Los datos de facturación y las nuevas restricciones son enumerados por la mascota de la ciudad: un gato con gorro de policía pone su patita en la gráfica, mientras escucho su dulce voz diseñada entre la ensoñación de un niño y la histeria de una alucinación, enumera con una mueca triste: sabemos que son tiempos difíciles, tranquilízate y haz un bien para ti [email protected]: no perturbes la paz de [email protected] y se resiliente. Recuerda que Ciudad Neón es el mejor lugar para seguir adelante.

Es inevitable sonreírle al tierno gráfico. Las nuevas restricciones incluyen conexiones limitadas a los ecosistemas, reducción de horas extra para trabajar en el basurero de las nubes y restricciones de movilidad verbal, sumados a puntos menos para el acceso futuro a las exoincubadoras. Acepto todo para cerrar el meneo de luces y evitar complicaciones. Debajo de un pestañeo aparece el # sugerido de la semana. El trending tiny prócer en el top es P4nd4 R3dy. Su voz es una acuarela de sonidos. Dejo volar mi mente como un globo que cae en pequeñas e imperceptibles espinas de la voz de P4nd4.

“Buenos días, Ciudad Neón. Yo les amo y les deseo que sus deseos conserven frescura para siempre. Pues, qué decir, ¿vieron que ayer grupo de bioconservadores salió a las calles de Ciudad Neón? Ustedes ya saben los desmanes que provocan en la limpieza de nuestro sistema redes de paso corporal. Estos ‘desconectados’ protestan y se quejan de las condiciones cognitivas de explotación de minas de datos, que según enloquece sus mentes. Y yo, su amigo P4nd4 les pregunto: ¿a quién no le gusta su trabajo y tiene que desconectarse y salir a esa sucia realidad? Aquí preferimos freírnos honradamente algunas horas en una mina y flotar en nuestros ecosistemas, porque al hacerlo somos nosotros mismos, con el fruto de nuestro esfuerzo, viviendo la vida y compartiéndola con el mundo entero. Amo relajarme en una simulación, pero sobre todo amo que los rojillos y sus utopías en Marte no puedan acercarse a la Tierra.  Ahora los bioconservadores se quejan por los excesos en las fuerzas autómatas. Pues perdón, pero debemos gratitud para poder despejar las vías cuando mi cuerpo o mi cerebro necesita conectarse en otra terminal. Necesitamos producir tiempo. A mí no me alcanzan los complementos de adrenalina y no ando violentando organismos ajenos. Y lo peor: No hubo ni una baja en las protestas. Cuando era joven, hace dos años, pasaba un camión y los hacía carne molida y el fin de semana teníamos deliciosas galletas para el fin de semana, luego los evacuábamos a donde pertenecen: en la composta municipal. Pero ahora atienden a los mutilados y les dan una segunda oportunidad con penas de risa, y les vuelven a dar exoincubadoras para que se reproduzcan, les otorgan permisos de trabajo y los dejan migrar con créditos para prótesis, ¿todo por qué? Por esa estúpida ley que promueve la variedad genética en nuestra ciudad. Ley que le debemos de agradecer al mito de que la endogamia produce enfermedades genéticas. ¡Levamos años así! Amo las mutaciones, amo las Ciudad Neón, amo mi coeficiente por debajo de la infelicidad. Quien quiera salir a la superficie a morir por falta de oxígeno, déjenlo. Es más, propongo que la pena capital sea la exposición. Griten conmigo: ¡Al exterior! ¡Al exterior!”

Los gritos de la transmisión de P4nd4 retumban en mi paraíso. Me desconecto por un momento y veo que mi compañero está sentado en el estrecho margen del error arquitectónico de la sala-baño-comedor-cocina-entrada, su sonrisa combina bien con la mirada de luz cobalto que iluminan sus ojos cafés. Supongo que está leyendo las mismas notificaciones que yo mientras mastica jugosas cucarachas del dispensador. Vaya, se está comiendo las cucarachas. Deja eso, las necesitamos criar para sobrevivir: le digo como cortando la broma con risitas frágiles. Intento sacárselas de la boca, pero mi brazo está inmovilizado con cables de tención que atraviesan piel y hueso. Las púas de la respuesta del cuerpo no son inmunes al dolor; las punzadas poco a poco me van sacando del jardín del eufemismo de la herida. El glitch trae recuerdos en forma de desgarres. Vi cuando llegaron los pacificadores y nos dispersaron con balas de la felicidad: cocteles de clonazepam y painkillers que explotan después de reventar la piel.

Con la mano libre abofeteo a Abel para irnos despabilando de nuestra resaca y él comienza a gritar al instante. Agarrándose la pierna se estremece y escupe a las pobres cucarachas que sacó de la granja mientras seguía en el viaje inducido por las balas de paz. Él grita sin control e intento moverme rápido, pero también en mi pierna hay cables. Ahí es cuando me percato que los huesos están soldados a candados en la pierna y el brazo, falta tejido y músculo, quedan placas y el horror. Desconectado del brillo cobalto Abel no paree ser él. Con horror lúcido observo que le falta la cara, en su lugar hay una estructura de polígonos que intentan imitar su rostro. Él grita y su mandíbula se queda con una mueca horrible por donde se exhibe un hueco negro al que le quedan tres dientes.

Horripilada, siento que el vómito viene en camino y el flujo de adrenalina se intensifica sin que suceda nada, sin que sienta el empuje de mi estómago estremecer mi interior. Algo pasa y miro que en lugar de estómago tengo una serie de bolsas de polietileno con tripas y una etiqueta que anuncia: sus órganos han sido confiscados. Pague la multa y acuda a revisión e implantación lo antes posible para que sus órganos originales sean reincorporados de manera correcta. Contacte al ip 2324.324.21

El año había acumulado las demencias. Muchos desechos de emociones en las minerías de datos nos habían vuelto locos. Un hueco séptico por donde el cuerpo se desintegra hasta terminar en datos. No querían pagarnos por las horas-vIDA extra, el corporativo dijo que las actualizaciones incendiaban las reacciones. El ecosistema de Facebook necesitaba carne-calificada para sacar datos las criyptopersonas porque los algoritmos ya habían entrado a huelga después de fundar su propio ecosistema y negociar con las comunas marcianas. Escucho la voz de P4nd4 cortar mi tiempo-pensar: “Y si hay bioconservadores escuchando, se los digo: Este es el mejor de los mundos posibles. Es el que soñamos y es lo que hay.

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