Cuento Todos Somos Teresa 

El pasado que nos persigue

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Teresa calle recordaba en la fila del banco aquella entrevista que la hizo ser contratada en su primer trabajo «decente». Su propio jefe le contó que la habían escogido porque aparentaba ser la más calmada, la más callada, la más apta para el puesto de bibliotecaria. Era día de pago el banco estaba lleno. Teresa había salido de la biblioteca no sin antes pedir permiso, con su habitual sonrisa dulce, esa sonrisa que era su mejor presentación. Su cabello corto, sus lentes de marco grueso, su abrigo de corduroy marrón, eran su marca registrada. En la entrada del banco el guardia saludó a Teresa, ella respondió con su voz de maestra de colegio inicial. La fila no avanzaba y los empleados del banco parecían trabajar en cámara lenta. Entonces se escuchó un fuerte golpe en el vidrio de la puerta principal. ¡Todos al suelo carajo, esto es un asalto, al primero que se mueva lo mato! Gritó uno de los que había ingresado al banco. Eran dos hombres con pasamontañas, habían golpeado al guardia y ahora pedían entre mentadas de madre que las cajeras metieran todo el dinero dentro de dos maletines. En menos de cuatro minutos salían los ladrones con los maletines llenos de billetes y arrastrando a Teresa Calle en calidad de rehén.

Todos miraban a la pobre Teresa, la bibliotecaria más dulce que había ocupado ese puesto, ser arrastrada indignamente por el piso del banco. Salieron las tres siluetas tropezándose por la puerta del Banco. El guardia salió corriendo a pedir ayuda a sus colegas mientras pensaba en la desdichada Teresa y su voz de profesora 41 de inicial. Las voces se repetían en el banco: ¡Pobre mujer Dios mío! ¡Pobre señorita Teresa!

¡Sube conchatumadre, sube! Y de un empujón Teresa fue a dar al asiento posterior de un Starlet 1987. El auto estaba a poco más de tres cuadras del banco. A lo lejos unas sirenas anunciaban la llegada de la policía. Teresa Calle mantenía sus ojos fijos en el piso del auto. ¡Putamadre, putamadre! Nos cagamos, dijo el que estaba adelante intentado encender el auto sin lograrlo. Teresa pensaba: ¿cómo era posible que estos dos no hubieran previsto que alguien los recogiera? ¿Cómo era posible que dejaran el auto a tres cuadras? ¿Por qué escoger este auto destartalado para robar un banco? El auto por fin arrancó y llegaron a la calle «La Merced», que estaba cerrada. El que conducía gritaba, ¡conchasumadre, conchasumadre! Fue entonces que Teresa levantó la mirada y se arriesgó decir: ¡sigue, sigue… ahora, ahora, dobla a la derecha! El conductor giró bruscamente a la derecha y entró a un pequeño pasaje de una sola vía. Ya no se escuchaban las sirenas. Teresa se arriesgó aún más y les dijo: si siguen con los pasamontañas sabrán que algo pasa en este auto. ¡Tú qué chucha sabes, carajo! ¡Cállate o te reviento el hocico! Dijo uno, el otro gritó, ¡sácate el pasamontañas mierda! Teresa muy calmada, les dijo que entraran por el túnel y retornaran a la parte antigua de la ciudad, que los guardias no esperarían eso. Ella pensaba: ¿cómo era posible que no tuvieran plan de acción, ni plan de contingencia, ni dos o tres apoyos externos, ni tampoco una o dos caletas para llegar a un lugar seguro? ¿Cómo era posible que no supieran de aquel corte de calle? El auto empezó a bajar a la parte antigua de la ciudad. En una curva golpeó fuertemente un rompe-muelle, el conductor perdió el control del viejo «Starlet» y dio a parar contra 42 un muro de contención. El que conducía quedó intacto, Teresa no tenía mayor lesión que un golpe en la frente y el tercer pasajero había llevado la peor parte, pues se había dislocado el hombro. Fue en ese momento que Teresa cogió velozmente la pistola que estaba debajo del asiento del conductor y se la guardó. El conductor bajó a robar un nuevo auto sin desprenderse de los maletines llenos de billetes. Las sirenas empezaron a sonar por todas las direcciones. Los gritos de la gente aumentaban la adrenalina de los fugitivos. Teresa arrancó las llaves de la mano del que había conseguido el auto. Algo en ese medio día había cambiado. El auto salió disparado. Teresa Calle conducía ahora, la tranquila bibliotecaria, la joven adorable de lentes de marco grueso, la que siempre saludaba amablemente, iba ahora con un auto robado, acompañada por un delincuente con el hombro dislocado, dos maletas llenas de dinero, una pistola en el abrigo y rumbo desconocido.

Teresa giró en «u» y casi chocó con un bus de transporte público. El copiloto veía pasmado a Teresa, su ex-rehén iba ahora desaforada, como si en realidad disfrutara de ese momento. La policía apareció con tres autos desde la avenida Malecón. Teresa sacó la pistola que había recogido en el accidente del «Starlet» y gritó «policía conchatumadre», se escuchó su voz resonar y luego el primer balazo salió llenando el auto de un denso olor a pólvora; tres balazos más salieron de su arma impactando en las patrullas. Teresa recordaba los días pasados con su rostro cubierto, los días de las cárceles del pueblo, cómo habían secuestrado a aquellos empresarios televisivos y cómo tomaron aquellas poblaciones en la selva. «Dispara carajo, dispara» gritaba Teresa, eran gritos de otros tiempos, de otra 43 vida, de otras iras. Las balas ahora eran recibidas por los asaltantes. Teresa pedía más balas al copiloto, pero este ya no contestaba, la sangre llenaba cada espacio de su camisa.

Radio Nacional en el «Año de la actividad turística interna» informa: «hoy a las dos de la tarde cayó peligrosa banda de delincuentes que asaltó el Banco Latino. El saldo: Un delincuente herido y otro muerto, también dos policías heridos. Lo más sorprendente es que cayó junto a ellos: Demetria Gonzáles, quien portaba una libreta electoral falsa con el nombre de Teresa Calle. Esta mujer era buscada desde el año 95 por ser miembro del tristemente célebre comando especializado en secuestros del Movimiento Revolucionario Túpac Amaru. Se investiga por qué, luego de tantos años de clandestinidad y el fin del levantamiento subversivo, aparece ahora robando un banco. Se teme el reagrupamiento de esta organización subversiva luego de los sucesos en la embajada de Japón. Ahora retomamos nuestra programación habitual«.

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