ja ja ja + ja
Luego de una encuesta mediocre y de entrevistas nada estructuradas, he concluido que, en la comunicación instantánea por medios digitales, escribir más de 3 ja equivale a una risa de verdad:
jajaja = sonrisa
jajajaja +… n = risa genuina
Consideraciones adicionales:
1. Todos los encuestados son hablantes nativos de español en su dialecto mexicano región central. (Si usted es hablante de otra región, anímese a comentar cómo escriben la risa en su zona.)
2. Aunque uno de los sujetos afirmó no advertir diferencia entre la cantidad de ja’s, la mayor parte de la población de la muestra coincidió en que “poner jaja se ve mamón” o “sólo es reírse por compromiso”.
3. Un entrevistado indicó que “si por ahí se escapa una k o una h [i. e. jajajjhakaja] es que estás privado de la risa”.
4. Algunos indicaron que “depende de la personalidad de cada quién”.
5. Hay quienes prefieren el uso de mayúsculas [JAJAJA] para expresar “me estoy riendo en voz alta”, mientras otros juzgan ese uso propio de la generación boomer junto con el emoticon “😂”.
6. Revelando una visión sofisticada de la comunicación, uno de los participantes expresó que escribir la risa es reduccionista: deberíamos asumir que, si el chiste está bien construido, el efecto será la risa y no es necesario corroborarlo. [Profesión: músico]

¿Escribir la risa? Nuestro comportamiento más espontáneo ahora se descompone en secuencias artificiales: recibo el mensaje, lo leo, me río aquí, escribo que me estoy riendo, el interlocutor (allá, unos segundos después) lee que me reí. A veces añadimos un like, un sticker o repetimos la cadena con un nuevo chiste, tal vez un meme. Sucede tan rápido que parece real, nos imaginamos que no hay pantalla, ni kilómetros de por medio.
La única forma humana que, según Henri Bergson, nos distingue del resto de los animales fue por siglos muestra de la más viva espontaneidad y ahora la ha absorbido la escritura, está pausada en nuestros respaldos de Whatsapp. La risa se nos ha vuelto latente.
Sin duda lo novedoso no es escribir la risa, sino la extensión que ahora ocupa en el día a día. Desde que empezaron los foros en Internet, sentimos el impulso de expresar al otro que hemos entendido el chiste. Probablemente el “jajaja” fue tomado de una forma gráfica previa: el cómic, alguna caricatura de la prensa, quizá una serie animada. Claro está que antes del Internet la onomatopeya de la risa ya existía. Muchos vieron a Mafalda reírse de la democracia en los años 60, en algunas viñetas añadían el texto escrito JA Jaaa jaaaa, pero sabemos que esa risa impresa no era de verdad, no era la risa viva del cuerpo, la que nos recuerda la presencia de nuestros pulmones, del estómago, de los músculos mandibulares, la que nos saca un chorrito de pipí o un eructo reflujoso.
La palabra clave aquí es re-presentar. La imagen de Mafalda exclamando “jajaja” es una evocación del suceso, no el suceso en sí mismo. Así como ningún poema erótico puede recrear el contacto humano (aunque a veces sugiera el delicioso con eficacia extraordinaria), nada, absolutamente nada puede reproducir genuinamente el espasmo de la carcajada. La diferencia entre Mafalda y el “jajaja” del chat es que la historieta no pretende sustituir la risa. Quizá su fin sea provocarla. Pero el chat finge su existencia, intenta performarla. Todo sticker que muestre a algún monito riéndose, toda reacción de “me divierte” en Facebook es estéril. Por más repeticiones del ja que escribamos, la vibración grupal se pierde entre la distancia, las letras y los gráficos. Ni hablar del aburridísimo acrónimo LOL gringo, que encima de todo es una orden: “ríanse fuerte”, como si la risa pudiera ser conquistada y enlatada a la usanza del sitcom.
Según Bergson, la risa surge por complicidad. Una complicidad fundada en el lenguaje y en datos que se sobreentienden. De ahí que (sin ser el único animal social) seamos los únicos que la experimentan (hasta donde podemos saber). Es cierto que hay de complicidades a complicidades (desafortunadamente la risa también incentiva formas de discriminación), pero descartando por ahora los usos de la risa, consideremos el ánimo grupal que instaura:
Con Bergson y ahora le sumamos a Bajtín, la risa abre en el espacio común una atmósfera secundaria. El mundo se queda ahí, pero construimos sobre él uno propio para ver al primero con mirada crítica. La risa desnuda las formas cotidianas para revelarlas como son. Para hacer un chiste de algo, primero debemos ser capaces de descomponerlo en partes. La risa nos hace analíticos, pues. Una persona sin sentido del humor es una persona que se niega a desarmar las cosas para verlas por dentro. Cuando alguien aparenta aburrimiento, en realidad vemos su negativa a desnudarse frente a los otros. Porque la risa es como un estornudo inevitable, por más que nos resistamos, nos es imposible preparar la pose como en las selfies, nos encuera de pronto para mostrar nuestra naturaleza: destruye la máscara del yo ante los demás. Por eso “entre broma y broma…”.
Entonces…¿cómo diablos recuperar esa autenticidad a través de la escritura? ¿Cómo decirle al otro que mi “jajajaja” sucede…o mejor, está sucediendo; que soy yo quien se ríe desde este lado de la pantalla, yo y no mis ganas de quedar bien? Si le envío un audio donde suene mi risa, también hay un grado considerable de artificio: me contuve, presioné el botón “grabar”, solté la risa, la envié. Es imposible ser yo si hay un aparato de por medio. Pero Alfonso Reyes nos regala un consuelo: leer sonriendo.

La risa, el famoso ensayo de Bergson, apareció en 1900. En algún momento de los siguientes años fue a dar a manos de Alfonso Reyes (probablemente durante su estancia en París, al borde de la Primera Guerra). Para 1917, compila una serie de ensayos en El suicida, donde entra en diálogo con el francés a propósito de su propia reflexión sobre “La sonrisa”. Ésta, nos dice el ateneísta en el exilio, es una risa contenida que, por contraste, es un acto solitario, “…es más interior; tiene más espontaneidad que la risa; es menos solicitada desde afuera”. (1995: 237)
Mientras la carcajada exige a todos los presentes suspender el ritmo de las actividades, sonreír es una “pequeña desviación” que un individuo hace en secreto, cuando el mundo no lo mira: cuando el meme nos atrapa en medio de la junta, entre los sudores del transporte o durante el examen. Por lo tanto, la soledad de quien sonríe “es, filosóficamente, más permanente que la risa” (1995: 237), se nos queda en la cabeza alterando nuestra percepción del entorno, le añade una capa invisible a la mecánica de la rutina.
Desde luego que Reyes escribe esto antes de Whatsapp, así que esa sonrisa en solitario de la que habla solía presentarse en el espacio público y, aún mejor, durante la lectura: al abandonar el tiempo de la vida para ingresar en ese otro tiempo que vive en los textos. Especulando un poco, es posible que la soledad de su primera etapa como exiliado, antes de las entrañables amistades que forjaría en España, lo llevara a descubrir el consuelo de la sonrisa. Pese a hablar un francés fluido (como hijo de general porfirista, gozaba de una educación privilegiada desde la infancia), el golpe de habitar por primera vez en el seno de una lengua extranjera, escapando de la patria y de la caída política del padre, debe haberlo hecho sentir aislado. La complicidad se torna distinta en una situación así. La sonrisa espontánea de un sujeto en la acera, por lo tanto, se vuelve gesto de empatía en tierra extraña.
Retomando la otra sonrisa, la que viene de la lectura, para él debió provenir del contraste entre la Francia real y la Francia textual. Al recordar aquellos días en la Historia documental de mis libros, confiesa: “La fácil síntesis de Francia que yo me había forjado desde mi tierra se me quiso despedazar al choque de aquella realidad enorme y compleja. En mis ratos de mal humor, me sentía yo entonces más lejos de París que cuando, en la Avenida del Cinco de Mayo, de México, visitaba la Librería Bouret”. (2018: 26) A las librerías va uno a sonreír con los muertos, mientras en Whatsapp tejemos secretos con alguien vivo. Es un juego de infancia, como pasarse recaditos en clase. Contrario a la risa crítica, la sonrisa no es revolución, sino conspiración.
Referencias
Bergson, Henri. La risa. Ensayo sobre el significado de la comicidad. Godot, 2011.
Reyes, Alfonso. “La sonrisa”. El Suicida. Obras Completas, Tomo III. FCE, 1995, 237-242.
____. Historia documental de mis libros. FCE, 2018.

Estudia la Maestría en Letras de la UNAM, donde se licenció en Lengua y Literatura. Escribe ensayo y tiene especial interés por la semiótica de la cultura. Escribe cuento y ensayo (académico, creativo, ficticio) sobre cultura de masas y narrativas no miméticas.