Cuento Cyberpunk 

La prueba de Nerón

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Hoy en día es difícil ser vagabundo, pero me pregunto, ¿acaso alguna vez fue fácil? Estoy seguro de que desde siempre a la gente rica le ha molestado ver a una persona de imagen descuidada andar por las calles, cuando lo único que buscamos es un techo y algo que comer. Ahora que la tecnología parece ser la madre de todo, los humildes trabajadores ya no se necesitan. Hace unos 30 años yo trabajaba en la última fábrica manejada por personas, y vivía con el miedo de que, de repente, nos reemplazaran a todos por esas tontas máquinas humanizadas. Suena ridículo, ¿por qué usarlas cuando tienes a miles de humanos de carne y hueso? Pero al final de cuentas, fue lo que hicieron, nos reemplazaron y nos dejaron sin trabajo. La nueva era fue la maldición para quienes solo sabíamos hacer cosas mínimas. Fuimos condenados a ser la plaga de la ciudad de Machinos.

Y justo cuando comenzaba a creer que mi nuevo y pobre estilo de vida no era tan malo, llegaron las cápsulas. Las avionetas hicieron un gran escándalo por los aires, tanto que todos salieron a las aceras eléctricas para ver qué sucedía. De pronto, con paracaídas descendieron los cristales con forma elíptica, cayendo dentro de los muros de los laboratorios Arroy. 

Fue hasta unos días después que el desastre empezó. Los soldados del gobierno comenzaron a cazarnos a los vagabundos. Ese día me tocó ver cómo los que trataban de escapar o de esconderse, eran asesinados con tiradores de Pollux, unas armas de fuego cuyas balas te quemaban desde adentro hasta morir. Yo prefería ser cazado por las buenas que morir de manera tan dolorosa.

Nos trasladaron hasta los laboratorios y hasta la mañana siguiente nos hicieron formar filas; poco a poco fuimos avanzando y uno por uno metían a alguien a una de las tres cápsulas. Lo extraño era que, al parecer, después de entrar ya no salías, pues al abrirse de nuevo la puerta ya no estaba la persona anterior. Escuché voces en las otras filas que decían que nos estaban matando, como se mataba a una plaga de cucarachas o ratas, pues para el gobierno no éramos más que eso. Dicho rumor provocó que, en cierto momento, todos comenzaran a correr gritando y tratando de salvarse, sin embargo, ninguno de ellos tuvo buena suerte con los soldados y sus tiradores de Pollux. Fue una masacre que tal vez acabó con más de la mitad de la poca gente que había en el lugar. Yo no le veía sentido a intentar huir, ya que, si era cierto que se estaban deshaciendo de nosotros, de una u otra forma iba a morir.

Al llegar mi turno, me metieron en aquel objeto de cristal polarizado y por unos segundos temí lo peor. Cuando la máquina empezó a hacer un ruido extraño lo único que pude hacer fue apretar los ojos y los puños, mientras comenzaba a sentir una sensación eléctrica por todo mi cuerpo.

Al abrir los ojos, me encontraba sobre lo que parecía ser una camilla, me quitaron de la cabeza una especie de casco con visera y de mi piel despegaron unos sensores.

—Bien joven Nerón, felicidades, ha pasado la prueba de simulación— me dijo un hombre con bata blanca.

No logré comprender hasta después de unos minutos lo que pasaba. Entonces lo recordé, me había enlistado en el ejército del gobierno, y aquella había sido la última prueba de inteligencia. Yo no era un vagabundo, era un joven de aquellos pocos que habían logrado salir vivos de la simulación, pues la única forma de regresar al mundo real era por las cápsulas.

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