Cuento 

Manual Anti-secuestros

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Imagine la siguiente situación:
Se encuentra viajando en taxi, en el medio de la noche, sólo usted y el conductor. De repente, escucha algunos golpes apagados. “Tal vez cayeron algunas ramas sobre el auto” piensa usted. Sin embargo, los ruidos parecen continuar, y detecta que estos vienen de la parte de atrás del auto. ¿Será posible que…? No, entretener la idea sólo lo hará inquietarse más. Aunque, si usted tuviera que localizar la dirección general de esos golpes, diría que vienen del baúl. Muy a su pesar, sabe que vienen de dentro del baúl. Ahora usted se pregunta, “¿Qué podría significar esto? ¿Es… es mi taxista (o taxisto) un secuestrador? ¿Tiene un rehén en el baúl? ¿Seré yo el próximo?” Sabemos que ya está pensando en cómo escapar de la situación, pero es de suma importancia que mantenga la calma y siga las siguientes instrucciones.

Antes de actuar, lo que debemos hacer es cerciorarnos de que su taxista cumpla con el perfil criminal. No, no vamos a estar buscando cuchillos ensangrentados o palas para cavar tumbas (aunque facilitarían el trabajo). Simplemente observe.

Observe a su chofer. ¿Parece un asesino serial? Y claro, ahora usted se estará diciendo: “¡No sé cómo luce un asesino serial! ¡Difícilmente es algo que se vea todos los días!” Y sí, tiene razón. Por eso vamos a ofrecerle una simple guía.

Una vez más, revise a su chofer. No, no su color de piel, ni los tatuajes que lleve en la cara. No sea estúpido. Claramente tenemos que revisar su vestimenta. ¿Cómo se viste su chofer? ¿Camisa rosa y pantalones verdes? ¿Pantalón negro con zapatos merlot? ¿Usa shorts en pleno invierno? ¿Usa medias de distinto color? O, dios no quiera, ¿Usa shorts con medias? Cualquiera de estos indicios puede significar que su conductor es un demente peligroso. Pero claro, no podemos saltar de un auto en movimiento por un sentido de la moda cuestionable, ¿verdad?

De manera disimulada, intente registrar el auto por pistas. Si su taxista posee algún CD de La Beriso o de Arjona, comience a inquietarse. Si posee un CD de La Beriso y uno de Arjona, baje del auto inmediatamente. Hay hasta un 90% de probabilidad de que esa persona sea un asesino serial y un 100% de que intente hacerle escuchar alguno. Busque libros, cualquier libro. Si nota que en alguno de estos, se doblaron puntas de las hojas a modo de señalador, tiene un claro inicio de psicopatía. Otra señal de alarma sería encontrar este cuento entre las pertenencias del chofer, o cualquier otra obra del mismo autor.

De no resultar fructífera la búsqueda de pistas, intente hacerle algunas preguntas a su conductor, de manera casual. Pregúntele en broma si es un secuestrador. Es más, dígale que usted también es un secuestrador, y que pretende intercambiar consejos. Se sorprenderá de cuantas veces funciona esto. Pero, de parecerle este un enfoque demasiado directo, hay otras maneras menos evidentes.

Invite al chofer a comer helado. Preste especial atención a los gustos de helado que este elija. Si pide quinotos al whisky o higos, está sentado en el mismo auto que un posible demente. Tampoco sería buena señal que el chofer se rehúse a comer helado. A todos nos gusta el helado. Un experimento similar puede hacerse con la pizza. Si nota que su chofer deja los bordes de la pizza, es muy probable que se trate de algún criminal violento. Si ninguna prueba ha tirado resultados concluyentes, hay algo más que puede intentar.

Estornude. Estornude violentamente, lo más fuerte que pueda, y tres veces, con pausas en el medio. El número es muy importante. Tres. Estornude una vez. Estornude una segunda vez. Y una tercera. Ahora, si el conductor dice salud solamente la primera vez, está todo bien. Si dice salud la primera y la segunda vez, ese hombre es un santo, y es una vergüenza; ¡vergüenza!, que haya sospechado de él. Pero, si el chofer dice salud las tres veces, es un total y completo psicópata. Dejamos a su criterio cualquier aleatoriedad en el orden de los “salud”.

¿Y? ¿Su chofer ha pasado el examen? ¿Está, o no, sentado junto a un loco de atar? De no estar completamente seguro, siempre hay una última opción para terminar de cerciorarnos. Enfrente a su chofer. Junte todas sus frustraciones diarias (que son muchas) y descárguelas violentamente. Golpee a su conductor hasta noquearlo. Luego, revise el baúl y confirme de una vez por todas si en verdad tenía razón. Si efectivamente hay un rehén atado en el baúl, es motivo de alegrarse, claramente. Usted es un héroe. Pero, si no hay tal rehén, usted violentó a una persona sin motivo alguno. En ese caso, le recomendamos tanto el “Manual para ser un fugitivo de la ley” como la “Guía para no dejar cabos sueltos” de la misma editorial.

Ahora, volvamos para atrás. Está la otra, otra, posibilidad, de que usted este casi completamente seguro de que hay alguien atrapado en el baúl, pero que sea demasiado cobarde para sacarse la duda como corresponde. En ese caso, esto es lo que va a hacer. Puede parecer extremo, pero confíe en nosotros, es la única salida: Hará cualquier esfuerzo necesario para estrellar el auto con todos adentro, y procure no dejar sobrevivientes (incluyéndose). Tirar el vehículo de un barranco sería ideal, pero dejaremos que use su imaginación. Ahora, si tenía razón y había una persona atrapada, usted murió intentando librar al mundo de un horrible secuestrador. El rehén es penoso daño colateral. Sin embargo, si usted no tenía razón y murió junto a una persona inocente; pues, ya no tiene mucha importancia, ¿verdad?

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