Poema de amor
Detrás de mi nacimiento hubo eones.
Después de mi muerte, eones.
Tú también un segmento de unos años
en la línea
o el círculo
inimaginable del tiempo.
Entonces, dos caminos que se cruzan.
La mirada de un tigre en la noche.
El paso de un recuerdo por detrás de la conciencia.
El sonido de una colisión sideral que no se oye en el silencio del vacío.
Un parpadeo.
Un gesto de la mano de los dioses.
Una sonrisa de quien está detrás de la trama del ser y del no ser.
Unidos un segundo,
o menos que un segundo,
o eternamente.
Venimos de la disgregación
y vamos a la disgregación.
Al polvo de los átomos,
más bíblico que toda la lengua hebrea.
Y todos los saṅkhāras carecen de permanencia,
y todos los saṅkhāras son sufrimiento,
y todos los dharmas carecen de mismidad.
¿Entonces, cómo amarnos?
Yo digo que así,
así como ya nos amamos.
Bogando por el río del griego aquel,
bailando entre la llama de los poemas,
ondeando como las banderas de plegarias.
Amarnos como el polvo atómico
que fuimos y seremos,
flotando libre por el espacio.
Ser polvo atómico ahora mismo,
que, flotando libre,
se ha encontrado.
Polvo atómico que se une
en un intersticio del espacio-tiempo
con otro polvo atómico
para hacer una magia
que trasciende las leyes del universo
y los versos del Dhammapada.
Una magia nuestra,
íntima,
completa.

(Guadalajara, Jalisco). Estudió Letras Clásicas y Estudios de Asia y África. Se dedica a la traducción y la docencia. Es poeta y narrador aficionado.