Un poema sobre la pandemia
Nos cuidaron,
y también a nuestros hijos.
Nos vistieron,
con jerséis tiernamente tricotados.
No olvidaron,
el estruendo de los bombardeos.
No disfrutaron,
la Guerra les robó sus sueños.
Callaron,
por temor a represalias.
Nunca lloraron,
su corazón tejido de duras tripas…
No querían jubilarse,
¿Cómo entender la vida sin trabajar?
Ahorraron,
para que nada nos faltase.
No se quejaron,
poseían la entereza,
Prosperaron,
sabiendo sacrificarse.
Les robaron,
bancos y constructoras.
Olvidados,
en mortíferas residencias.
Mueren solos,
sin familia y apestados.
Maldita la muerte,
que pasa burlándose
en coches fúnebres
de mis mayores valientes.
Maldita la vida
que despide sin elogios
a todos los que nos dejaron
el pan y la paz
forjados a sangre de rocío.
Maldita la ausencia
de amigos y gentes,
de saludos y abrazos,
y guiños sonrientes.
Maldita la suerte
que vino a esta tierra
a echar cal viva
y a dinamitar puentes.
Maldito este virus del averno,
que acabó con belleza y finitud,
señalando los infiernos
que masacran la salud.
Sigue poniéndole esas ganas, esa fuerza y esa manera diferente de decir cosas bonitas