Valeria Becerra: el descubrimiento de la luz
Valeria Becerra es una artista colombiana que actualmente reside en la ciudad de México. Su sonrisa es suave, pero detrás de esa frágil calma que desvela su persona hay una mirada que cuestiona, sagaz e inquieta, que se adentra en las reflexiones sutiles del ser. Hace un par de semanas, tuve la dicha de poder platicar con ella en un evento de la galería Avant.Dev donde en ese momento se presentaba la exposición “A través”, muestra de diversas obras de arte abstracto hechas a partir de una colaboración entre Valeria Becerra y Fernando Polidura. Los lienzos reflejaban esa mirada introspectiva y dinámica de Valeria. Un juego de luces y sombras que se funden con el espacio. En aquella ocasión, cruzamos algunas palabras y quedamos de vernos en otro momento para platicar más sobre su carrera artística y darle vida a esta entrevista. Espero que lxs lectorxs encuentren en este registro un retrato íntimo y casual que les permita conocer a Valeria y acercarse a su obra. Pueden seguirla en su Instagram @valeriabecerram o visitar su página web http://valeriabecerra.com/
1. Gracias, Valeria, por permitir este encuentro. Platícanos, ¿cuáles son los primeros recuerdos de tu infancia que te ponen en contacto con el arte?
Me encanta que me mandes a la infancia, porque de pronto nos olvidamos de que en la infancia hay cosas que se quedan y no concientizamos. Yo vengo de una familia de clase media, a mi padre le dijeron “usted no puede ser escritor, usted va a ser dentista porque tiene que vivir de algo”, y a mi madre le dijeron “usted no va a ser pintora, usted va a ser abogada porque tiene que vivir de algo”, e igual le decían, “esto (la pintura) es para privilegiados”. Y ellos tuvieron que estudiar sus respectivas carreras, pero yo desde niña, tengo el recuerdo de que los sábados, los días que mis padres podían estar en casa, mi papá estaba escribiendo, y yo siempre estaba escuchando “clac, clac, clac, clac”, y mi mamá siempre estaba pintando o cocinando, además de que se inscribió a clases de pintura y escultura, y nos llevaba a mi hermano y a mí. Tú me preguntas cuál es el recuerdo que me conecta con el arte, yo me voy automáticamente a eso: a los sábados en casa, con mis padres haciendo esa actividad de ocio, esa actividad que realmente disfrutaban.
2. Después de esa experiencia artística tan vital con tus padres en casa, ¿cómo decidiste dar el siguiente paso para dedicarte al arte?
Pienso que la vida nos va llevando por muchas cosas. Después de mi infancia, empieza la escuela, y ahí comienza también un momento en el que tienes una búsqueda de expresión contigo misma. Ojalá pasáramos más tiempo leyendo, escribiendo, tomando fotos, pero la verdad, es que estamos por ahí y nos podemos perder. Tomar otro rumbo es parte de conocernos, y a mí me pasó que perdí esa parte en que estaba tan inmersa familiarmente, me perdí y de pronto ya estoy en la prepa. Y entonces, sucede que yo no sabía qué estudiar y decido estudiar la carrera de mi padre pensando en seguir su legado: odontología. Y es todo un vuelco… suele pasar que a veces tenemos la opción de hacer esto o aquello, pero nosotros mismos nos decimos que no y nos quedamos en la peda, en la fiesta, y tenemos un golpe de vida, y ese golpe nos ayuda para descubrir cosas. Yo tuve que tocar fondo, me fui de mi casa, empecé a pintar… pintaba cosas muy oscuras, nada que ver con lo que pinto ahora.

3. Se da el caso de que muchas mujeres estudian una carrera distinta por presión social, y no realmente lo que buscaban o les interesaba, ¿tú decidiste estudiar odontología e irte por ese camino debido a alguna cuestión en específico?
No. No fue una cuestión de presión social directa, pero cuando todos me preguntaban qué iba a estudiar, asumían “sí, seguramente odontología como su padre”, sin embargo yo creo que no es justo atribuirle las cosas a los demás, no es justo echarles la culpa. Puede que nos tardemos en encontrar nuestro camino. Hay gente que cambia todo el tiempo, y parte de su vida es ir buscando otra transformación; hay para quienes es más orgánico, pero para otros es más complicado… yo creo que es normal que nos pase eso. He conocido gente que no ha tenido un camino recto y tienen una sensibilidad especial, que es lindo que te digan “la cagué, o no era por ahí, o me distraje, o tenía que ensayar otra cosa”.
Yo hice cuatro años de odontología, pero siempre lo detesté. Odiaba tomar una aguja, no me gustaba nada. Me era difícil pararme temprano para ir a la universidad y antes de entrar sentía pánico, mucha ansiedad de pensar de tener la vida de una persona en mis manos. Yo misma me puse en eso, aunque no tenía que hacerlo. Cada uno tiene un camino, no hay una fórmula, siempre nos encontramos donde estamos por algo.
Y al final, me retiro de ontología en cuarto año, y todos mis amigos me dicen “no lo hagas, cómo así”, pero al final me retiro y me voy a estudiar pintura a Francia, sin saber nada, sin saber qué era ser una artista, porque solo pintar no te hace artista, es una pequeña parte, como ponerle salsa a un chilaquil, es nada… en Francia aprendí que ser artista es una exploración muy grande, que te duele en las entrañas.
4. Cuéntanos sobre tu experiencia en Francia, ¿cómo fue aquel primer contacto con un mundo artístico tan lejano a tu tierra?
En Francia me volví a encontrar, estudié en una escuela de Bellas Artes, la École des beaux- art, en el Atelier de Sèvres y luego en el de Montparnasse en París, pero fue difícil porque te vas de tu casa y nadie entiende qué pasa contigo. Empecé a explorar técnicas para ver a dónde llegaba, y estaba sola al otro lado del mundo, no hablaba bien francés, no conocía nada.
A mucha gente no le gustan los franceses, pero yo tuve una experiencia linda. Cuando llegué, me fui a vivir a un lugar muy chico, en una colonia que tenía al lado un cementerio, con ese imaginario fantástico sobre otro país.
Y me doy cuenta de que el arte es más que una técnica, es más que pintar, por ejemplo, mi segundo proyecto artístico fue aprender a desprenderme del yo, entender que es increíble intercambiar con otros. Ese fue un proyecto de fotografía en dúo con una amiga francesa (Clarisse Charbonier), llamado “El dorado”. Fue un gran ejercicio donde se conjugaron mi visión colombiana y la visión francesa de Clarisse. Creo que todos los artistas deberíamos hacer algo así, aunque hay quienes son muy fuertes con su yo, con su monólogo. Por ejemplo, Fernando Polidura, ha trabajado su parte artística desde adentro, lo cual no está mal ya que siempre hay diferentes personalidades, diferentes formas.
También soy de la idea de que hay momentos para exponerte. Me encanta lo que una vez leí de un artista: de entrada, él no trabajaba sus obras para exponerlas, su trabajo diario no tiene ese sentido y objetivo, pero cuando lo hace y trabaja para exponerla es todo un reto, porque es exponerse al filo de la mesa, frente al espectador.
5. ¿Cuál es la primera pintura que recuerdas con cariño?
Empecé haciendo fotografía, pero hay que recordar que el arte es uno solo, y mi primera pintura tuvo lugar justo cuando fui a Francia. Empecé a pintar bocetos de niños…los niños son espectaculares, y recuerdo los bocetos, y como me sentaba e iba con mis acuarelas y eso… Pero no podría decirte con precisión de una pintura en particular, por otro lado, he roto muchos cuadros, mil cuadros que no tienes idea. Los maestros me han dicho “rompe, bota”, es parte del desapego. Yo siento que en la plástica se vive la metáfora del ave fénix, que se quema y renace. Sin embargo, quizá la obra que más me ha gustado hasta el momento ha sido la última pieza en la exhibición de Avant.Dev.
6. Acá en México, hace poco hiciste esa exposición en Avant.Dev, compártenos un poco sobre tu experiencia…
Este proyecto tuvo un proceso de cuatro meses de trabajo, en que la plástica o la pintura, la imagen, la trabajo yo, y las estructuras las trabaja Fernando. Llegamos a un acuerdo, pero justo fue la última pieza del proceso en donde pudimos ser más libres en todos los aspectos, y aquí entra Erick (que a mí me encanta incluir a Erick,) porque es esa figura que nos dio siempre ánimo, que siempre nos dijo “¡Sí! ¡Ustedes pueden! ¡Háganlo!”. Los artistas somos como niños chiquitos, necesitamos alguien que te diga “hazlo, no te vayas tanto a jugar, hazlo”. Erick en ese aspecto siempre nos ayudaba, además, le puso a la exposición “A través” y me encanta ese título por el juego de la luz, entonces, en esa última pieza hubo algo distinto. Usualmente en el resto de las piezas, Fernando tomaba mis lienzos y los pegaba sobre una madera, y esto lo hacía sentir rígido, y en la última parte del proceso yo le pido, “por favor, no lo pegues, la idea es que se pueda mover con el viento”, porque estábamos hablando de las irregularidades, de algo que fuera más volátil, que pudiera tener una transformación; entonces, Fernando que es obsesivo compulsivo y le cuesta mucho dar el paso, me dice “Ok, Val” porque esto es una colaboración, y a los dos días me manda la foto de la estructura y yo sé que para que él hiciera eso se chifló, fue como “lo voy hacer pero no lo quiero hacer”, y al final esa fue la preferida de todos los asistentes, y la mía también. Gráficamente me encantan los colores, no sé si tú medites o has meditado, pero tuve una experiencia increíble con esta pintura. Una noche antes de que ya hiciéramos el opening, la inauguración, yo llegué muy tarde a mi casa, cansada por terminar el montaje, y cierro los ojos con la intención de solamente quedarme dormida y de pronto, ¡Plomp! No sólo me quedo dormida, entro a un estado de meditación. La última pieza la vi durante esta meditación, vi en específico la parte de arriba, yo sabía que esa parte se encontraba en algún lugar en México, y al día siguiente de la expo, Josephine, directora de Onda MX, el radar de arte que se mueve acá en México, me dice “te tienes que ir a Mina, porque en Mina hay unas pinturas rupestres que no están identificadas y tiene algo muy similar a tus pinturas”, y me enseña una foto, y veo algo que es muy parecido a lo que yo pinté. Fue algo muy extraño porque fue la pieza en la que fuimos más libres, y fluyó algo más irregular, y de pronto, la veo en mi meditación, y veo que esta parte de la pieza ya está hecha en otro lugar, y conecta muchas cosas que me hacen pensar.

7. Qué maravilloso relato, y en relación con esto, ¿a ti te gusta que la gente conozca la historia detrás de tus pinturas, o prefieres que sean libres de interpretar según sus límites y visiones?
Creo que la interpretación del público o de quien ve las obras, en cierto sentido, es tan o más importante que la de un productor o un artista, porque al final una obra solamente está viva cuando el otro la ve. Si estas pinturas están guardadas en mi casa, para mí no valen nada. Es importante que la gente pueda verlo con sus propios ojos, sentirlo, pero si alguien se me acerca y me pregunta por la historia, me gusta contarla porque también creo que es importante tener un hilo conductor de porqué hago las cosas, o recordar el para qué.
Me parece que el tema es olvidarse del ego. Todos necesitamos salirnos de nuestro monólogo. A mí me pasa cuando voy al museo, leo la curaduría que alguien más escribió sobre la obra, lo que quería que yo viera, y es un momento de desapego y tener un diálogo. ¡Está lindo! Es hermoso, ya que hoy en día, en el siglo XXI, año 2022, que alguien se invente o le salga algo de la nada, es difícil. Todo nos conecta, y más bien formamos parte de algo más grande y cuando alguien hace algo lo relaciona con otra cosa, y se va conectando, haciendo una cadena de miradas.
8. ¿Cuáles son los retos que has enfrentado como artista emergente siendo mujer?
Ser artista es un proceso muy fuerte. No es fácil cada vez que me enfrento a una tela o papel, material o a escribir sobre lo que hice. Siempre te das cuenta de que no es fácil, que muchas cosas que tienes que entender no son sencillas de resolver, no son una ecuación.
El mayor obstáculo puedes ser tú misma, el no creer en tu hacer. A veces uno piensa que es más fácil hacer otra cosa o es más divertido estar con amigos que irse a sentar y hacer las obligaciones. Otro de los obstáculos son los miedos. Me parece increíble que todavía se diga que el arte es para privilegiados.
Como tuve una formación en fotografía, he hecho trabajos comisionados de foto. No me siento mal porque puedo apoyarme con otra cosa, y pensando en nuestra postura como mujeres, sabiendo nuestra historia, tenemos claro que nuestro trabajo nos cuesta el doble, y cualquier trabajo es dignificante. Una vez un amigo curador me preguntaba que si al vender fomento el coleccionismo, porque hay gente que solo le apuesta al alto coleccionismo y tal, y yo le digo no importa, lo que importa en este momento es mi reto como mujer, lo que le da un eje a mi vida, aparte del trabajo con las obras. Es un reto personal este de hacer el trabajo para luego exhibir mi obra, y luego negociar y venderla.
En Francia tuve una clase que se llamaba “la mujer en el arte”, estudiamos nuestra historia desde una perspectiva en la que a la mujer siempre le dijeron que no. No había maestros para mujeres, y después de quién sabe cuántos años fue que una mujer logra ser aceptada en un taller, y se fue rompiendo esa brecha. No tengo una postura feminista radical, pero sí creo que en la historia siempre nos han tachado de cierta forma, o como me dijo Alex Romero, que él como hombre creía que las mujeres tenían algo místico, algo de bruja, y que el hombre siempre le ha tenido miedo a eso. Y sí, en nuestra era, nuestra generación, creemos en ese misticismo y lo aceptamos en todes.
Por ejemplo, a mí se me hace loquísimo que acá en México hay muchas cosas relacionadas al respecto. Esto de las esencias, las resinas aromáticas, los monolitos, de los temazcales, y demás, dieron nombre a uno de mis proyectos que se llama “Rituales profanos”, porque yo creo que existen rituales en México, desde antaño, de los aztecas entre otros, que se han ido transformando poco a poco en algo que ya es parte de la vida contemporánea.
9. ¿Qué consejo darías a nuestrxs lectorxs que quieren dedicarse al arte o tienen alguna inclinación en ese sentido?
Lo primero, que si sienten que eso que hacen es lo de ellos, que lo sigan haciendo. Entre más te vas metiendo en el mundo del arte te das cuenta de que son muy pocos los que te van a decir ¡Sí!¡Sigue!, porque cada uno está en su camino. Hace poco tuve un taller de tres de artistas de acá: Ana Segovia, Jerónimo Rüedi y Alan Villavicencio, ya de trayectoria, ya son muy duros, y ellos me enseñaron que los grandes te apoyan, pero están en su chamba concentrados, así que lo primero es creer en ti mismo y hacerlo. Los demás no van a cumplir la función de psicólogo, sino de tutores. Y lo segundo, olvidarnos del miedo. Les recomendaría mucho aprender a respirar, a meditar, porque a veces nos llenamos de hábitos nocivos que no nos pueden hacer más difícil el trabajo. Nunca está de más, de por sí la vida es dura, no hay necesidad de hundirnos, de autoflagelarnos. Está la idea de la vida bohemia del artista, pero hay diferentes formas de vida que pueden ser más divertidas. Así que, en esta forma tangible, hay que intentarlo y entender que no somos perfectos, y si tenemos que encerrarnos en nuestra habitación o estudio a escribir y a pintar, es parte del proceso, es parte de esta cueva, y hay que entenderlo y hacerlo. A veces también hay que ir a jugar.

Estudió Letras Inglesas en la UNAM y ESL en Fairfield-Suinsun (California). Es directora de la revista digital Teresa Magazine, escritora y traductora. Ha publicado en diversas revistas literarias. Es aficionada del chocolate y cree que es una de las hermanas Brontë, perdida en una geometría cósmica hecha de diversos mundos posibles, gobernados por lógicas pop no-euclidianas.